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Tiene Chile las parras más antiguas de Malbec, la cepa símbolo de Argentina

Para referir la antigüedad de las parras de Malbec que don Héctor Espinoza tiene en su predio de San Rosendo, en la Región del Biobío, cita los recuerdos de su madre, doña Hortensia Espinoza Rosas, de 101 años. "Ella dice que las plantó su abuelo hace más de 140 años. Los primeros en traerlas fueron unos franceses, que las cuidaban como hueso de santo. Cuando hacían las faenas quemaban los sarmientos para que nadie las reprodujera, pero los trabajadores igual escondían sus brotecitos y los iban a buscar en la noche", cuenta.

La maña de los trabajadores de entonces hizo que hoy exista en la zona un enclave de parras centenarias de la cepa ícono de los argentinos, el Malbec, el equivalente al Carmenere para Chile. "Estás son más antiguas que las argentinas. De hecho vino gente de allá a verlas porque no creían. Yo tengo 67 años y las plantó mi abuelo", asegura Espinoza.

Las más añosas

¿Tiene Chile en América las parras más antiguas de la cepa símbolo de Argentina?

Si se rastrea la historia, es probable. Pablo Lacoste, historiador argentino especialista en vitivinicultura y profesor del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago explica el punto. "A Chile llegaron desde Francia a la Quinta Normal hacia 1840, mientras que a Argentina lo hicieron diez años después. En la Quinta de Santiago la clase dirigente hizo un esfuerzo por aclimatar plantas europeas en medio del deslumbramiento por Francia e Inglaterra como líderes de la cultura y la tecnología", explica. La razón, agrega Lacoste, fue que Chile tenía mayor estabilidad política, lo que le permitió organizarse productivamente antes.

Patricio Celedón, enólogo de Viu Manent, viña que tiene los Malbec más premiados de Chile, también cree que los más antiguos están a este lado de la Cordillera. "Tenemos parras en Colchagua que se plantaron allá por 1870, aunque no tenemos certificados de antigüedad. Nosotros tuvimos proyectos en Mendoza y allá los más antiguos eran de 50 años atrás. En la zona de Itata y en San Rosendo la mayor humedad de las vegas hizo que vivieran más tiempo todavía", dice.

Tanto Lacoste como Celedón, en todo caso, aclaran que se requiere un estudio que ratifique que las parras que hoy hay en Chile son más viejas que las trasandinas.

El agrónomo Maximiliano Morales, strategist de AgroWine Lab, sostiene una tesis puntual sobre la antigüedad de los Malbec de San Rosendo, que tendrían otro origen. "Estas parras habrían llegado hacia 1870 con los franceses que arribaron a Chile, junto con ingleses, para construir el tren que llevaba hacia la Araucanía. Entraron por Talcahuano directamente, no desde Santiago, lo que transforma a San Rosendo en una isla genética de origen diferente a la Quinta Normal y Mendoza", señala. Tener las parras más antiguas constituye un patrimonio genético, pero también productivo, según Ricardo Pérez Cruz, enólogo de Korta Wines. "Hay una revalorización de cepas y modos vinificación antiguos en la industria", dice.

Mendoza a la cabeza

Si bien Chile le puede arrebatar la primacía a los trasandinos en los años del Malbec, ni por lejos lo puede hacer en posicionamiento en el mundo. Según datos del Ministerio de Agroindustria trasandino, ellos exportan US$515 millones al año, contra los US$12 millones de Chile. Tienen 40.401 hás de la cepa, 87% de las cuales están en Mendoza, versus las 2.293 que tiene Chile, ubicadas en O’Higgins, Maule y Bíobío, según el catastro vitivinícola de 2016, el último disponible. De hecho marcas de capitales chilenos como Concha y Toro, San Pedro Tarapacá y Santa Rita se han instalado en Mendoza para producir vinos.

Sin embargo el Malbec en Chile ha prendido en los últimos años. Así, entre 2010 y 2016 la superficie plantada creció 54%, llegando a las actuales 2.293 hectáreas. La razón es un mayor conocimiento de la cepa, lo que ha impulsado su consumo.

El chileno es más fresco

Según Celedón, el Malbec de estas tierras es más fresco. "Como Chile es un país más angosto, la corriente de Humboldt y los vientos de la Cordillera le dan más frío y generan una mayor acidez natural. Allá, por ser más cálido y tener más luz, son de taninos muy redondos, suaves, pero muy maduros, lo que aparte del dulzor natural, los hace vinos más pesados. De ahí que enólogos argentinos innovadores están plantando más alto para dar más frescura"

Fuente LUN.