Se encuentra usted aquí

GUERRA COMERCIAL ENTRE CHINA Y EE.UU. Qué está pasando

Columna publicada en Le Monde Diplomatique

Recientemente los medios de comunicación están muy agitados frente a la creciente tensión económica entre los Estados Unidos y China. La posibilidad de una guerra comercial a gran escala amenaza con llevar la economía mundial a un nuevo periodo de crisis y recesión y, por cierto, los analistas económicos y financieros criollos ven esta posibilidad con creciente preocupación ya que la extraordinariamente abierta economía de mercado chilena se podría ver seriamente afectada si el conflicto escala.

Sin embargo, para poder comprender el fenómeno que está ocurriendo es necesario ir más allá del análisis coyuntural e intentar una mirada de más larga duración. Al respecto, vamos a plantear que esta amenaza de guerra comercial que tanto se teme, es otra manifestación de un fenómeno de cambio estructural que viene ocurriendo en el orden internacional desde hace algunas décadas debido a la declinación del poder hegemónico de los Estados Unidos.

Recordemos que la Segunda Guerra Mundial, es el hito que señala la llegada de los EE.UU. a la hegemonía mundial indiscutida. Con el fin del conflicto, ellos dieron forma a un nuevo orden internacional, de acuerdo con su manera de entender la realidad política y el ejercicio del poder. Crearon las Naciones Unidas, con su Consejo de Seguridad, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el dólar fue la moneda de cambio internacional. Además, declararon formalmente que la democracia liberal y la economía capitalista eran la forma correcta de gobierno y administración para el mundo y se transformaron en los “gendarmes globales” de estos principios, frente a su enemigo ideológico soviético que, tras el esfuerzo de guerra de su pueblo,  emergió de este conflicto bélico con un enorme prestigio internacional.

En este sentido, la urgente necesidad de derrotar el desafío nazi condicionó el orden internacional que debió dibujar los EE.UU., cuando impuso su predominio indiscutido. Específicamente, en los acuerdos de Yalta, entre Roosevelt, Churchill y Stalin, los EE.UU. aceptaron la exigencia soviética de poseer una zona de Europa oriental como “colchón” frente a un nuevo intento de agresión por parte de las potencias europeo-capitalistas, pero también dejaron claro que los rusos no podrían expandirse más allá. El resto del planeta quedaba bajo la esfera de influencia de la nueva potencia hegemónica y sus aliados más cercanos. La Guerra Fría, iniciada en 1947, fue la política del nuevo hegemon y sus aliados  para mantener a los soviéticos dentro de las fronteras negociadas en Yalta y evitar la expansión de su influencia más allá de los límites acordados.

Lo cierto es que para 1945-46, EE.UU. poseía el 72% de las reservas de oro del planeta, su economía representaba más del 50 % del PIB mundial con apenas el 7% de la población mundial, una situación insólita en la historia de la humanidad, el comercio internacional se regía por el patrón dólar, su marina mercante representaba el 66% del total del tonelaje mundial, y sus “legiones” se comenzaban a repartir por el mundo entero vía tratados y alianzas militares. Y durante los 30 años que siguieron los EE.UU. estuvieron en el cenit de su poderío mundial. Pero como todo proceso dinámico, esta situación no iba a durar para siempre. Para inicios de los años setenta, el crecimiento y desarrollo económico de sus más cercanos aliados, la Europa Occidental, capitaneados por la Alemania Federal, y el Japón, habían comenzado a mermar las propias ganancias de los grandes capitales estadounidenses. Por otra parte, el impresionante gasto social que significó crear el estado de bienestar, tanto en su versión europea como en su versión estadounidense, y que llevo a elevar la calidad de vida del sector trabajo en estas sociedades capitalistas avanzadas, a niveles francamente envidiables, también significó que la acumulación de ganancias por parte del sector empresarial comenzara a mermar. Esta situación, se agudizó con la primera gran crisis del petróleo en 1973 a raíz de la guerra árabe-israelí, que llevó a los países de la OPEP a dejar de exportar este producto a los EE.UU. y a Europa occidental por su apoyo a Israel, “disparando” para siempre el precio del crudo .

Estas situaciones confluyeron para que, desde fines de los años 70 e inicios  de los 80, en los EE.UU. se diera por terminado el modelo capitalista keynesiano que dio origen al estado de bienestar, y se volviera a un modelo capitalista liberal clásico (se popularizó como neoliberal). Bajo la mano de este modelo, las empresas multinacionales, principalmente estadounidenses, comenzaron a diversificar su localización y producción por el mundo entero, buscando siempre los mejores precios de mano de obra y materias primas, a fin de aumentar su competitividad y tasas de ganancia. Para estos efectos, se requería que las economías proteccionistas del resto de los estados del planeta, simplemente desaparecieran. En otras palabras, había que “aplanar” las barreras económicas de los estados nacionales para permitir el libre flujo de sus capitales. Para estos efectos, los EE.UU., implantaron el llamado “Consenso de Washington” generando el fenómeno que se conocería como globalización.

En medio de este proceso sobrevino el fin de la Guerra Fría (1989-91), que tuvo tres consecuencias interesantes: una socio-económica, otra ideológica y, por último, geopolítica.

  1. La socioeconómica se refiere a que aceleró el proceso de neo-liberalización y globalización que estaba en desarrollo. Por un lado, el ataque a las políticas sociales propias del estado del bienestar se acentuó, dado que el peligro comunista, que había justificado la aparición del capitalismo keynesiano, había desaparecido del horizonte, y ahora ese capital destinado a la redistribución social podría fluir directamente al proceso de acumulación del gran mundo empresarial. Por otro lado, el ex-mundo soviético se sumó aceleradamente a la vorágine neoliberal.
  2. La ideológica, se refiere a la ilusión que vivieron parte importante de los teóricos estadounidenses, que pensaron que su poder global se había instalado para siempre al desaparecer la URSS. Junto con su asombro por tan  inesperado acontecimiento, cayeron en una suerte de euforia analítica que los llevo a creer que su modo de vida y predominio sería altamente aceptado e imitado de manera universal (recuérdese el ensayo, El Fin de la Historia y el Ultimo hombre, de F. Fukuyama). Sin embargo, lo único cierto es que cuando terminó la Guerra Fría, si bien los EE.UU. poseían una fuerza militar incontestable, la declinación de su poderío económico seguía su curso.  Por ejemplo, cuando término la Primera Guerra Mundial el PIB de los EE.UU., representaba el 33% del PIB mundial; cuando término la Segunda Guerra, el PIB de los EE.UU., representaba el 50% del PIB mundial; cuando término la Guerra Fría el PIB de EE.UU., había bajado al 30% del PIB mundial. En el 2016, el PIB de los EE.UU. sólo representaba el 24% del PIB mundial.
  3. Finalmente, la consecuencia geopolítica está señalada por el fenómeno chino. Los chinos, al igual que los EE.UU., es un país-continente, además de ser el más poblado del planeta. Y si bien, desde 1949 se convirtieron en el segundo gran estado comunista, su modelo planificado de estilo soviético fracaso rotundamente. Por este motivo, en 1978-79 dieron un giro radical y comenzaron a orientar su economía hacia un esquema capitalista bajo la férrea dirección de un Estado centralizado y subordinado al Partido Comunista Chino. En los años ochenta, y sobre todo en los noventa, sacando ventaja de su numerosa mano de obra barata y altamente calificada, se convirtieron en la localización perfecta para las empresas multinacionales que “huían” de los EE.UU., Europa, Japón y otros puntos del planeta, buscando áreas de producción más baratas e, igualmente, inundaron el mercado mundial con su propia industria manufacturera de bajo valor agregado (por ejemplo la textil). China entró completamente a jugar bajo las reglas del capitalismo global. Se adecuó totalmente a las instrucciones de la Organización Mundial del Comercio y sus resultados han sido espectaculares. En 2016  China era el principal socio comercial de 124 países y EE.UU. apenas de 76. Se convirtieron la segunda mayor economía del planeta, así como la primera exportadora de manufacturas del mundo y, muy posiblemente, en la nueva locomotora económica global con el desarrollo del proyecto one road one belt.

Por otra parte, la llegada de Donald Trump a la presidencia se explica en gran medida por las profundas grietas sociales que han surgido en los propios EE.UU. En el país más rico del planeta, la neoliberalización de la economía mundial funcionó de las mil maravillas, pero fundamentalmente para los más ricos de los ricos, o sea el 1% de la población, que ha alcanzado niveles inauditos de concentración de la riqueza. Sin embargo, para muchos otros simplemente no ha funcionado. Cientos de miles de sus ciudadanos vieron como sus industrias y empleos “volaban” a instalarse a China  y otros países. Trump sueña con regresar a esa era dorada de los 30 primeros años pos-Segunda Guerra Mundial. Por estos motivos, ha desatado una política proteccionista que amenaza directamente el propio orden económico neoliberal global, dibujado con esfuerzo y paciencia por sus antecesores. Sin embargo, ese pasado glorioso no va a regresar. El orden mundial está cambiando ineluctablemente, marcado por el declive estructural del poder económico estadounidense. Es cierto que aún siguen siendo el país más fuerte económicamente y más poderosos militarmente, pero su declinación está en curso. Lo que está en discusión es ¿cómo será este proceso?: ¿gradual e inteligente, o sea que dure todo este siglo XXI y tenga un “aterrizaje” suave y controlado, como la vislumbraba Obama?, o ¿brusco y violento como auguran las peores pesadillas del mundo desde que el Sr. Trump llegó a la presidencia de los EE.UU?

Por el momento no está claro que es lo que lo va a suceder. La incertidumbre es lo único claro que tenemos. De aquí entonces, es importante intentar prever los posibles escenarios futuros en el orden internacional y más importante aún es actuar sin ideologismos económicos de ningún tipo, dado los vientos que soplan en la política mundial.

Fernando Estenssoro Saavedra

Dr. En Estudios Americanos

Director del Instituto de Estudios Avanzados

Universidad de Santiago de Chile