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¿Qué hace falta para imaginar un 2019 feminista?

El año que se va, 2018, nos deja en la boca un sabor entre mezclado de convulsiones y posibilidades de encuentro. Grandes marchas, tomas, movimientos en las calle, funas, publicaciones y un conjunto de otras formas de reflexión crítica levantadas en torno al acoso, heterosexualidad obligatoria, el racismo, la serofobia, las estructuras patriarcales y las violencias epistémicas y materiales que arrecian en nuestra sociedad, han buscado diputar y desmontar, desde diversas dimensiones, los espacios de enunciación y sostén de aquellas estructuras que insisten en ordenar binaria y normativamente nuestras diferencias, delimitando cuáles son las vidas posibles y cuáles otras quedan fuera de los regímenes de lo imaginable, lo deseable y lo decible.

2018 fue el año en el que estallaron las tomas y las denuncias por acoso en las universidades chilenas; año de los primeros “partes por acoso callejero”; el tiempo de la Marea Verde que inundó las calles argentinas entre pañuelos y gritos por el aborto libre; el año de la primera huelga feminista del #8M y del #MeToo, que terminaron por transformarse en verdaderos fenómenos mundiales.

El año que recién acaba fue un tiempo de remesones a gran escala que estuvo marcado por la irrupción masiva de un amplio cúmulo de demandas que buscaron desnaturalizar las estructuras hetero-blanco-compulsivas que nos ordenan, poniendo en lo público -y también en lo privado- palabras  y discusiones que, si bien es cierto, no son nuevas y deben ser rastreadas y problematizadas históricamente, adquirieron densidades y potencias capaces de impulsar una cierta inundación de términos, que trastocó los usos cotidianos del lenguaje y obligó a muchxs a hacerse nuevas preguntas en torno a cuáles son los límites de lo político y cuáles son los espacios en los que deben disputarse las luchas por las transformaciones de lo social. Así, conceptos como feminismo, violencia patriarcal, patriarcado, género y heterosexualidad obligatoria se volvieron cada vez más comunes y empezaron a resonar con mayor frecuencia en las universidades, la televisión, los diarios, internet, los espacios de trabajos, etc.

Para intentar nombrar el estallido feminista multiforme que durante abril, mayo, junio, julio e incluso agosto del 2018, se fue expandiendo por distintos puntos del país, hubo quienes hablaron del surgimiento de un despertar feminista, otrxs se refirieron a la aparición de una Nueva Ola Feminista y algunes -quizás más influid_s por sus propios horizontes generacionales y por el aniversario del 68 francés- se referían entusiasd*s al mayo feminista. Sin embargo, estos nombres suponen un conjunto de problemas, puesto que, por un lado, todos hacen referencia a la idea del surgimiento de un movimiento que aparece como algo aislado, casi milagroso y prácticamente sin historia -o al menos sin una historia reciente- y, por otra parte, desconocen las diferencias internas de los movimientos que impulsaron las acciones que dieron forma a este conjunto de estallidos feministas que fueron siempre multivocales, esquivamente dispersos y enrevesados.

Es verdad que necesitamos mirar con optimismo lo que pasó en el 2018 y que, desde ahí, debemos atrevernos a soñar nuevos mundos posibles y nuevos estallidos. Sin embargo, no podemos pasar por alto las condiciones que han marcado su desarrollo y tampoco las dificultades que han surgido en su seno. ¿Cómo recogemos esta historia? ¿Cómo reflexionamos en torno a este 2018 feminista y disputamos los conceptos que surgieron desde las movilizaciones, sin clausurar sus significados ni dar por hecho cuál es el límite de las palabras que aquí se juegan? ¿Cómo nos hacemos cargo, por ejemplo, de las dificultades y peligros que se conjugan en el resurgimiento de ciertos feminismos antitrans y de otras formas de miradas marcadamente esencialistas que se desarrollaron e impulsaron también a partir de los movimientos activistas de este año? ¿Cómo volver a pensar, desde miradas productivas y sin afán de paralizar, las disputas desde las que se insiste en separar los feminismos más “autónomos” y los más “institucionales” o los de la “academia” y los de la “calle”, como si estas fueran siempre instancias radicalmente opuestas y discordantes, como si nos las atravesáramos muchas veces de un lado para el otro? ¿Cómo recuperar las confianzas y limar las asperezas después de un año tan convulsionado, sin que eso signifique desconocer los conflictos surgidos entre les propi_s actorxs de estos movimientos, ni blanquear o borronear nuestra historia de luchas y disputas? ¿Cómo nos miramos y decimos nosotras, nosotres, nosotr-s, sin clausurar lo que imaginamos como posible y sin volver a insertar límites definidos a priori por estructuras normativas de reconocimiento e intelegibilidad?

No existe una sola forma de responder estas preguntas, pero no por eso podemos dejarlas de lado, es fundamental seguir pensándolas y reconocer los caminos andados con miras a imaginar un 2019 feminista, desde el que nos atrevamos a desmontar las barreras de los conceptos que nos conflictúan y a los que les plantamos cara, pero también lo que pasa cuando nos lanzamos a repensar aquellos que nos cobijan, nos albergan y nos hacen soñar con mundos nuevos.

Panchiba Barrientos, coordianadora diplomado Cuerpo y Capitalismo entre la ciudad neoliberal y la geopolítica occidental.